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Greg Mortimer

En busca de una tierra solidaria

UNA PELÍCULA DE FEDERICO LEMOS

En medio de la crisis sanitaria mundial generada por el Coronavirus donde las grandes potencias no pudieron evitar miles de muertes y el desborde de los sistemas de salud, Uruguay ha logrado frenar la curva con medidas gubernamentales que nunca fueron obligatorias. Aún con las fronteras cerradas, prestó ayuda humanitaria al Greg Mortimer, un crucero a la deriva con viajeros contagiados, que ningún otro país había querido recibir. Una historia donde la empatía y la solidaridad de varios países, fueron la clave para frenar el contagio.

Uruguay como ejemplo

Inmersos en una pandemia que nos obliga a aprehender nuevas formas de comportamiento que tienden a la separación persona a persona y a la desconfianza en el otro, Uruguay ha sido un ejemplo en la adopción colectiva de las medidas de prevención sin que fueran nunca obligatorias. La empatía como clave y la ayuda mutua, no solo por las medidas gubernamentales adoptadas -como la recepción del crucero australiano- sino por la actitud solidaria del pueblo: ollas populares en los barrios carenciados, librerías que además de una vianda con comida regalaban un libro a las personas que se acercaran, generación de tapabocas de tela solidarios, dueños de impresoras 3D que fabricaron máscaras para los médicos del país- son solo algunos de los ejemplos que, en tiempos de lejanía y miedo, nos hacen reflexionar acerca de que una de las maneras efectivas para prevenir el contagio es la solidaridad.

La Historia

En la imaginación un estornudo en un cine es el inicio del fin de la humanidad; es en la imaginación donde las especies en extinción traficadas llevan virus mortales de un país a otro; es en ella donde se escriben las crónicas desde el planeta marte; es en ella donde los humanos corren del fin del mundo o ensayan la ceguera mientras huyen del miedo; es en ella, cuando se convierte en un libro o en una película, donde se termina todo, donde quienes habitan el planeta tierra tienen conciencia de que la existencia puede ser así de finita, así de frágil.
 

Un virus que surge en medio de una tensión solapada entre las grandes potencias del mundo como Estados Unidos, China y Rusia. Un virus que es ahora foco de los microscopios de varios países que, sin declararlo, pelearon para hallar primero la vacuna. Un virus que se propagó con las características de una pesadilla: no se ve y puede matar. 
 

La enfermedad iguala: nadie está libre, aunque las condiciones de infraestructura para afrontar la enfermedad, determinen, en muchos casos, las condiciones de la recuperación. Así, ricos y pobres, todos pueden contraerla. Así, las grandes potencias como los países del
tercer o cuarto mundo. Sistemas de salud colapsados, decisiones gubernamentales retardadas o irresponsabilidad ciudadana. Sin embargo, en un pequeño país como Uruguay con tres millones de habitantes, y con su  fronteras cerradas Uruguay decidió recibir en el puerto de Montevideo a un crucero australiano que se encontraba a la deriva y con personas enfermas luego de ser rechazado  por otros países. Así como Uruguay había entendido necesario el regreso de todos los uruguayos y uruguayas al país, también entendió la calamidad sanitaria y emocional que
atravesaban las personas a bordo de este crucero. La asistencia sanitaria no podía desglosarse por nacionalidad, tal parecía ser la consigna.

 

A través de tres corredores humanitarios hechos en distintas fechas y según la gravedad sanitaria de los pasajeros, al 15 de mayo los 121 viajeros y 83 tripulantes del buque Greg Mortimer, han sido evacuados del barco: la mayoría repatriados a sus países y otros trasladados a hoteles montevideanos donde están siendo atendidos y monitoreados.


En medio de una pandemia que promueve la distancia social como clave de la prevención, la evacuación del Greg Mortimer se transformó en un emblema que representa una larga tradición solidaria de Uruguay. Más grande que la imaginación, el buque fantasma a la deriva repleto de personas infectadas pudo finalmente atracar en las costas de este pequeño país que no olvidó que su patrimonio más importante es la histórica solidaridad del pueblo uruguayo.

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